PROGRAMA
ASTURIAS CAMINANDOTE
SECCION DE MONTAÑA
1984
17 de JUNIO
FIESTA del PATRONO de los MONTANEROS,
San Bernardo
RAVAGUE de Menthon.
RİVAYAGÜE
El próximo domingo dia 17, celebraremos la fiesta anual del patrono de los montañeros SAN BERNARDO DE MENTHON. Este año, el Grupo encargado de su organización es El MAZU de Llanera, quien ha previsto en principio los actos oficiales de la siguiente manera:
9,30 horas.- Concentración de montañeros en Posada de Llanera.
10 horas.-Salida hacia ARLOS (anunciada con voladores.
10,30 horas. – Salida colectiva hacia el PICU GORFOLI.
13 horas.- Misa de Campaña. 14 horas.-Co mida campestre de los asistentes.
16 horas.- Entrega de trofeos y distin- ciones anuales de la F.A.M.
Por nuestra parte la salida se
| rá a las 9 de la mañana desde I nuestro domicilio social en Ri- I vayagüe. Tal y como habíamos— I acordado, debido a la poca dis- I tancia kilometrica, no llevare- Imos autocar, sino que iremos en I coches, por lo que nos acomoda- Iremos sobre la marcha en el lu- Igar de salida. Entre Posada de | llanera y Arlós, ordenará el trá fico la Guar dia Civil. Alli, sobre la marcha, nos pondre+
SAN BERNARDO DE MENTHON
PICU GORFOLI
del Campanal
10
DEVILES
CELEBRACION ACTOS FIESTA
SANTA CRUZ
ARLOS
ARLOS LLANERA mos de acuer
1
de AVILES
do para sa- lir todos
juntos.
ARMONIA
DIAZ, nuestra montañera del año 83 recibirá en estos actos el premio a actividad ese año.
白姐
Ferrones
La Miranda
a
de
CS Escaneado con CamScanner
PEÑA
MENENDE
SAN CUCUFATE
Santofirme
COGOLLA
POSADA
DE OVIEDO
sección
de
montaña
RMAVAGUE
asociacion
recreativa
San Bernardo de
Menthon
La primavera se hace perfume y color en el ducado de Saboya, entre los Alpes y el lago Le- mán, en la frontera suiza e italiana. Hay júbilo en el hogar señorial del Barón de Menthón, cuya esposa le acaba de dar un hijo y heredero. Conti- nuidad, pues, en la baronía y en la estirpe. Es el 15 de junio del año de gracia 923, fecha memora- ble para los Menthón. Y para el Montañismo del mundo, que ya tiene su Patrono.
Desde bien chico, Bernardo se aparta ya de las cosas del mundo. Los lujos y el boato no son para él. Y por eso su vista vaga siempre perdida, ansiosa, en las lejanas cumbres nevadas de los Alpes. Sueña despierto. Y proyecta algo grande, maravilloso, que pasmará al mundo. Sí, él no es insensible como otros, a aquellas tristes historias de caminantes perdidos en neveros y glaciares, cuando pretendían cruzar de Italia a Suiza, o vice- versa, bajo ventiscas y fuertes temporales. La se- milla va tomando forma día a día, en la hermosa soledad de sus meditaciones.
Y un día, también, madura ya la simiente, rompe Bernardo con todo cuanto le rodea, renun- ciando incluso al matrimonio prometedor que sus padres le tenían proyectado con una gentil prin- cesa. Como en un cuento de hadas, cuyo libro cierra bruscamente nuestro muchacho. Y se va de la casa paterna, repudiado por los suyos, que no quieren oir hablar de sus necios y descabella- dos proyectos. Su refugio es Aosta, en donde se hace sacerdote. La familia, la baronía, los hono- res, todo queda lejos ya, como su tierra saboyana. Y se lanza a las escabrosas rutas de nieve, si- guiendo el camino de Dios.
LOS MONJES DE LA NIEVE
Aquellas cumbres lejanas de los Alpes, con nieves y hielos perpetuos, son la meta del joven sacerdote Bernardo, malogrado barón de Men- thón, que allí inicia y pone en práctica sus sueños de adolescente, esto es, levantar un monasterio -hospicio se llamó en principio-, para estar más cerca de Dios y de los hermanos que cruzan aque- llas soledades, llenas de peligros de todo tipo. Pronto tuvo a su lado un selecto grupo de hom- bres de su talla y entusiasmo. Y el Monasterio, primer refugio alpino, fue adelante a base de fe y de grandes esfuerzos y trabajo, no exentos de inconvenientes y contrariedades de todo tipo, a los que Bernardo hizo frente siempre, hasta que se fue, en 1008.
La regla impuesta por el fundador a sus mon- jes es la misma hoy, al cabo de tantos años. Vida dura, entre nieves perpetuas, bloqueados la mayo- ría del año, sin comunicación alguna con el mun- do. Unicamente la oración. Apenas atisba el día sobre las blancas cumbres, los monjes abandonan sus celdas, para dedicarse a las tareas más diver- sas, a las actividades más variadas, siendo, entre éstas, la principal y más importante la de patru- llar por aquellas rutas que cruzan los Alpes, para
y los Monjes
de la Nieve.
socorrer, guiar u orientar a viandantes, excursio- nistas o caminantes, muchos de los cuales, sin tan eficaz ayuda, quedarían para siempre sepultados bajo hielos o glaciares.
No valen todos para semejante vida. Los mon- jes han de ser jóvenes, fuertes, verdaderos depor- tistas, duchos con los esquís y la cuerda de esca- lada. La santidad tiene que estar unida, ligada, al vigor y a la salud, a prueba de bomba. Varios son los años consagrados al estudio, a la preparación del religioso. Y durante el primer año de estancia en el Monasterio, el novicio puede abandonarlo cuando lo desee, si ve que su vocación no es firme y sólida. Al cabo de un año hace sus votos por un período de tres, transcurrido el cual ha de realizar esos votos con carácter definitivo.
Y por deseo expreso del fundador, los monjes de San Bernardo oyen misa diariamente, a media- noche. Para ellos, el día y la noche, se dan la ma- no entre oraciones y marchas forzadas sobre la nieve, practicando la caridad, buscando al her- mano perdido.
Y perdido, en el tiempo y en los Alpes, está el Monasterio de San Bernardo, en la cumbre y lugar que lleva el nombre de aquel malogrado barón de Saboya, siempre al acecho, por rutas de fe y de amor.
LOS PERROS DE SAN BERNARDO
Son los auxiliares imprescindibles de los mon- jes de la nieve, sin cuyos animales dóciles e in- teligentes la labor humanitaria de estos hom- bres sería prácticamente nula. Estos perros, gran- des y enormes, son producto de un cruce entre las razas «bulldog» y de los Pirineos. Y en ellos se pone de relieve la tenacidad y el sentido de protección, como así el claro instinto de las razas caninas de que proceden. Es tal la fuerza de los «sanbernardos» que pueden llevar a una persona en el lomo durante largos recorridos o distancias.
CS Escaneado con CamScanner
Hubo uno de estos perros que hizo historia. Se llamaba «Barry» y salvó la vida a medio centenar de personas. «Barry», historia y recuerdo vivos en el Monasterio, se fue un día entre atroces do- lores, joven aún. Y es que la mayoría de estos canes mueren víctimas del reuma y de enferme- dades de tipo cardíaco, según nos decía, años ha, nuestro amigo Luis Lachenal, gran escalador fran- cés, conquistador del Amnapurna, muerto en un glaciar de sus Alpes.
Luis Lachenal, cuando se nos fue, andaba al filo de la vocación, con la vista puesta en el Mo- nasterio de San Bernardo. Gran escalador, y hom- bre ducho en hielos y glaciares con él acaba- ron-, tenía lo de monje metido muy adentro, co- mo su hombría de bien.
UNA PUERTA SIEMPRE ABIERTA
Lo está en el Monasterio de los monjes de la nieve, de día y de noche, dispuesta a recibir a todo aquel que precise ayuda o asilo, al que siem- pre hay derecho. Nada de aldabonazos ni de lla- madas. La puerta principal nunca se cierra. Y de noche aparece intensamente iluminada, cuya viva luz se ve a larga distancia, siendo la mejor refe- rencia para el caminante que se extravía o se pierde por aquellos parajes.
Y la franquea libremente, sin que nadie le pre- gunte quién es, ni de dónde viene ni a dónde va. Los humanitarios frailes no entienden de interro- atorios ni de curiosidad. Se limitan a recibir en
«Barry»… un perro San Bernardo
para
sus brazos siempre abiertos, como la puerta– a todo aquél que al Monasterio llega, sin pedir ni dar explicación alguna. Lo que único que dan, con su pan y cobijo, es amor, caridad y afecto a rau- dales, siempre en la misma línea, igual que lo hiciera Bernardo de Menthón, que iba barón y se quedó en monje, porque así lo quiso Dios. Y Bernardo de Menthón, malogrado barón -afortunadamente para nosotros-, sigue peren- ne en el tiempo, en su Monasterio, entre sus mon- jes… Y aquí está, entre los suyos siempre, piolet en ristre y mochila a la espalada, velando por cuantos tratamos de imitarle por entre rocas y hielos, en esa gran verdad que es la Montaña.
Y en ella, al filo del recuerdo y de la grandio- sidad del paisaje, Bernardo nos aguarda, como el mejor y el más leal de los camaradas, dispuesto en todo momento a sacarnos de un apuro, espe- rando siempre a que hagamos nuestra última es- calada, para echarnos una mano en esa faena alpina en la que no hay descenso ni «rappel»>, porque lo humano ha tocado a su fin.
Bernardo de Menthón, hoy, a los novecientos años de su partida y ausencia, sigue siendo el mejor ejemplo y lección para el hombre que en la Montaña busca, con la paz y la meditación, la más bella forma de vivir.
CS Escaneado con CamScanner
…y San Bernardo sigue allí, en su Monasterio y en sus nieves, perenne en el tiempo.